Un singular episodio ocurrió en el tiempo suplementario de un Mar del Plata-Necochea, por el Campeonato Argentino 1962. Mientras un equipo buscaba convertir un gol en contra, el otro intentaba evitarlo. El absurdo reglamento, las arbitrarias resoluciones en el escritorio y una moneda que hizo justicia.
Tomás Márquez, el arquero de Necochea, se hace el distraído mientras sus compañeros buscan con desesperación convertir un gol en contra. Los rivales de Mar del Plata ponen el mismo esfuerzo para intentar evitarlo. El público está desorientado y el juez determina la suspensión del partido en el mítico estadio General San Martín.
El 29 de julio de 1962, hace 60 años, se vivió uno de los episodios más insólitos dentro de una cancha de fútbol. Al menos, de los que se recuerden por estas tierras.
El hecho ocurrió durante el Campeonato Argentino, torneo de gran importancia para las ligas del interior que se desarrolló entre 1920 y 1988. Más precisamente en la final de una fase preliminar de la edición de 1962.
Necochea dio la nota y tomó ventaja en la ida con un sorprendente 3 a 1 como local sobre Mar del Plata.
El seleccionado marplatense contaba con jugadores de renombre, entre ellos dos que vistieron la camiseta de la Selección Argentina: Julio Cozzi, campeón del Sudamericano 1947, y Ludovico Avio, quien marcó un gol en el Mundial 1958.
El mítico arquero, ídolo en Platense y Millonarios de Colombia (también atajó tres años Independiente de Avellaneda), decidió cerrar su carrera en Independiente de Mar del Plata. El delantero, en tanto, llegó ese mismo año a esta ciudad, donde se radicó un largo tiempo hasta convertirse, junto a Venero Sosa, en el máximo ganador histórico de la Liga Marplatense: obtuvo 5 títulos con San Lorenzo (1963, 1964, 1965, 1966 y 1967) y dos en Kimberley (1969 y 1970).
El resultado provocó la renuncia del entrenador de Mar del Plata, Juan Manuel Barreiro, reemplazado por un triunvirato conformado por Alfredo Borgnia (también con pasado en el seleccionado), Delfor Oscar Lorenzo y Alejandro Mur.
El flamante cuerpo técnico incluyó varios componentes nuevos en el equipo, entre ellos a “Pierino” González, genial puntero ambidiestro que dejó su huella en Boca Juniors.
La expectativa para la revancha era mayúscula. Tanto que hubo récord de recaudación aquella tarde del 29 de julio en el estadio General San Martín: 827 mil pesos de la época.
La visita no se amilanó y estuvo muy cerca de alcanzar otro triunfo en la revancha. Pero a los 49 minutos de la segunda mitad, Fillol logró para Mar del Plata el tanto del 2-2 que provocó el insólito desenlace.
El origen de todo fue la extraña reglamentación del Consejo Federal. En pos de “favorecer el espectáculo”, el organismo había establecido que ningún partido podía terminar empatado. En tal caso, se jugaba un tiempo suplementario con “gol de oro” (al primer tanto se terminaba el encuentro) y, de persistir la igualdad, se llegaba a una definición por penales.
La metodología no fue novedosa. Lo controversial era su inclusión dentro de una serie a dos partidos, con una clasificación que se resolvía por “gol average” (diferencia de gol).
Eso abrió camino a la especulación y generó la parodia ocurrida en el tiempo suplementario. Los jugadores del visitante se dieron cuenta que, con un gol rival, inmediatamente perdían 3-2 la revancha, pero avanzaban por el 5-4 a favor en el resultado global.
“Necochea sabía que un gol, no importaba en qué arco, le daba la satisfacción de ser el ganador de la Zona F. Y por eso no escatimó esfuerzos en concretar sus propósitos de la forma que, pensaron sus hombres, era la más viable, pero a todas luces antideportiva: vencer su propia valla“, describió la crónica de LA CAPITAL.
Los de Mar del Plata, advertidos por la situación, lo impidieron. Y, cuando obtuvieron el balón, “lo retuvieron o jugaron lateralmente”. Quizá, esperanzados con lograr dos tantos de diferencia en la definición por penales y que sean contabilizados en el marcador global. A priori, algo irracional. Pero que estaba dentro de lo posible en los -todavía hoy- intrincados y muchas veces polémicos reglamentos de AFA.
Fueron sólo cuatro minutos de prórroga hasta que el árbitro Amadeo Fredes determinó la suspensión. En el vestuario, el juez tresarroyense argumentó: “Aunque hubieran sido mis deseos llevar por buen cauce el espectáculo, habría sido imposible. Era intolerable lo que ocurría en la cancha. Eso no es fútbol. Ustedes lo han visto y no necesito redundar en detalles. Fue una burla al público que pagó su entrada y no merecía tamaña descortesía”.
“Récord mundial del fútbol al revés”, tituló la reconocida revista El Gráfico. Y calificó al episodio como “único en el fútbol oficial”.
LA CAPITAL también dio su versión de lo ocurrido. “De ninguna manera podemos dejarnos influenciar por el localismo. Nuestra obligación es otra. La reglamentación más acertada era computar los puntos de los dos partidos. Nunca imaginamos que pudiéramos asistir a tan lamentable espectáculo. Afortunadamente, dentro del campo, alguien con autoridad y sensatez (el árbitro) no permitió la prosecución del bochorno”, opinó el periodista de este medio marplatense.
Lo cierto es que, desde entonces, la disputa pasó a los escritorios, donde tampoco imperó la lógica.
“Ni el Consejo Federal comprende la cuestión. Realizamos varios llamados telefónicos y no pudimos sacar nada en conclusión. Hay divergencias entre los miembros de dicho organismo respecto a la interpretación del artículo. Pareciera que ni el autor (Ricardo Banegas) entiende la reglamentación”, se escribió días más tarde en LA CAPITAL.
En la sesión del Consejo Federal quedaron en evidencia las distintas miradas y se pasó a un cuarto intermedio. Hasta que, dos semanas más tarde, se llegó a una resolución: jugar los 26 minutos restantes en la ciudad de Miramar. “Si no hay goles, se pasa a la tanda de cinco penales. De persistir la igualdad, se recurrirá al sorteo. Si resulta vencedor Mar del Plata, habrá un tercer encuentro”, fue la injusta determinación.
Claramente, el perjudicado era Necochea, que después de un triunfo 3-1 y un empate 2-2, todavía podía quedar eliminado. Cuando con una derrota por un gol en el partido de vuelta hubiera consumado su clasificación.
Tras una votación interna, la Liga Marplatense aceptó, por amplia mayoría, jugar la revancha. Pero su presidente, Rodolfo Danza, renunció al cargo. “La reglamentación es horrible, espantosa, arbitraria. Es un despojo a la Liga de Necochea, que honradamente ha demostrado en esta ocasión ser superior a nosotros y tenía asegurado un triunfo innegable. Aceptar ese despojo es hacerse cómplice del delito. Lo que hoy es blanco para nosotros, mañana bajo idéntica circunstancias es negro”, declaró con absoluta honestidad quien estuvo seis años al frente de la LMF.
La desprolijidad siempre puede ser mayor. Y 24 horas antes que la pelota vuelva a rodar, hubo cambio de sede y el “mini partido” se trasladó a Tandil.
Los dos planteles viajaron más de 150 kilómetros para jugar el 17 de agosto en cancha de Santamarina, a puertas cerradas, un encuentro que podía durar unos segundos, ya que se terminaba al primer gol.
Finalmente, se extendió por 11 minutos, hasta que Natta marcó el tanto de la victoria (3-2) de Mar del Plata y, gracias al cambio de reglamento, obligó la continuidad de la serie.
Dos días después, el 19, se desarrolló el choque decisivo en el estadio General San Martín de la misma ciudad serrana, ahora ante 2.500 espectadores y con el arbitraje de Roberto Fuster, un experimentado juez de la AFA.
A los 35′ del complemento Natta marcó el 1-0 para Mar del Plata, pero cuatro minutos después empató Mastromarino. La paridad persistió en tiempo suplementario y la historia de nunca acabar pasó a los remates desde los doce pasos.
Nartel falló el primer penal de Necochea, que cambió de responsable, pese a que por entonces podía patear los cinco el mismo jugador. Teerink anotó los cuatro restantes.
Rodolfo Pirone convirtió cuatro consecutivos para Mar del Plata y, cuando ejecutó para ganar, impactó su remate en el palo.
Por el 4-4 en los penales, se pasó a la última instancia de definición: ¡la moneda al aire!
El capitán de Necochea, Pascual Casella, y el de Mar del Plata, Bernardo Silbán, se pararon frente a Fuster. El primero eligió cara y, por suerte para su equipo, salió la esfinge de la libertad hacia arriba. Fue un tiro para el lado de la justicia. Y el final más acorde a una historia de locos.
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